Interlude.



Silvia Cázares - 2018
Ya pasó un mes desde que el baby boy saltó de mi vientre y se lanzó a un abismo del que jamás pude encontrarlo. Con él se fueron ciertas memorias que guardaba con apego. Los momentos agradabes del inicio y aquellos finales que capturé sólo para cerciorarme que lo anterior -cual cuento de hadas- en realidad había sucedido.

Pero no, no había hecho el respaldo de su memoria. Cuando se marchó llevó consigo todos esos artilugios mentales y simbolismos que se supone debía guardar para toda la vida. Sin embargo, ese día 1 de octubre, los planes de baby boy iban más allá de  mis rosas pretensiones.

Tras buscarlo por horas, y alcanzar la suave madrugada, no me quedó más que resignarme: "serás la luz de otros ojos".

No niego que cada que paso por ese lugar, ahora tan lúgubre, busco al baby boy. En la orilla de la banqueta, en el pequeño césped lodoso, inclusive en esa cabina telefónica tan malgastada (que por cierto, luce muy bien por las noches cuando le rebota la luz de esta estética de belleza).

Las memorias de febrero hasta octubre se fueron en las maletas de baby boy. No habrá secretos, nunca hubo secretos. Pero qué dolor es no poder tener al instante esos recuerdos que fueron. Sobre todo cuando esa era la única manera de decirme: yes, it happened.

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